domingo, 30 de junio de 2024

Recuerdos: Los cines

 Recuerdos: LOS CINES

        Tuve la inmensa suerte de vivir la época dorada de las salas de cine. Desde que era niño (en 1954 tenía 8 años) hasta que tuve algo más de 20 años ir al cine los domingos, y luego también los sábados, era algo obligado. En Ávila había muchos cines: el Cinema, el Teatro Principal, el Lagasca y el Gredos eran los cines oficiales, los cines de verdad, los cines a los que iban las personas mayores y los niños con ellos. 

Teatro Principal

Cine Lagasca

    Luego estaban los cines a los que íbamos sobre todo niños, y que pertenecían a alguna parroquia o institución religiosa: el de San Antonio, el de la Santa y la Juven. Un poco más tarde se abrió el Tomás Luís de Victoria.

    ¡Cómo me gustaba ir al cine! ¡El cine era el mundo de la fantasía, de los sueños, de la ilusión! ¡En el cine todo era posible! ¡La magia del cine! Cuando se apagaba la luz y empezaba la proyección, el mundo estaba allí. Las películas en las que salía el león, las de la Metro, tenían como un aliciente más: el león. A mi tía Isabel también le gustaba mucho el león.

    Durante toda la semana no prestaba atención a las películas que echaban ¿para qué? jamás iba al cine entre semana. Pero los domingos por la mañana había que mirar las carteleras del Mercado Grande para saber que película echaban en cada cine. Si alguna nos gustaba mucho ya no había más que mirar; sino íbamos a la Juven y a San Antonio, a ver cual era la que había allí.

        ¡Qué emocionante era ver las carteleras! ¡Allí ya empezabas a imaginar que tal iba a estar la película! Cada tipo de película tenía su aliciente. Las del Oeste podían estar bien, aunque eran un poco pesadas pues sólo había tiros al final. Las de piratas y aventuras solían ser muy chulis. De espadas había de dos clases: las de espadas con armaduras y escudos y las de los espadachines tipo los tres mosqueteros; las dos podían estar bien, pero solían ser más bonitas las primeras. Las de indios, sobre todo si se veían muchos indios en las carteleras, eran muy entretenidas. Las de risa: Charlot, Jaimito y el Gordo y el Flaco eran muy divertidas, les pasaban unas cosas graciosísimas y se daban unos golpes tremendos, pero no les pasaba nada. Pero mis favoritas eran las de animales, las de cacerías por África; esas no me las perdía por nada del mundo para poder ver los animales; era casi lo único que me interesaba. Entonces no había documentales de animales; el primero que vi fue el Desierto Viviente; vi dos veces esa película. Nunca más la he vuelto a ver.

        Aún recuerdo algunas de las películas que vi en cada uno de los cines. 

        Psicosis en el cine Lagasca, y esa fue la primera película que vi para mayores de 16 años cuando aún no los había cumplido y entré gracias al resguardo del carné de identidad que me dejó un compañero del cole. 


    La de Robín de los Bosques y Las minas del rey Salomón en el Cinema, y que fueron de las películas más bonitas que he visto.


         Ivanhoe en el Teatro Principal. Las de Tarzán las solía ver en el cine Gredos.


         Donde más vi de aventuras de indios, como Tambores lejanos, Flecha rota, Lanza rota, El último mohicano, etc. fue en la Juven.

        Cuando me empezaron a gustar las chicas el cine todavía tenía más aliciente, pues al de ver la película se añadía el de ver a la chica que te gustaba. Al cine Gredos iba una niña que me gustaba mucho y que vivía en la parte de atrás de la plaza de abastos; a la salida me iba detrás de ella hasta que se metía en su casa. Jamás supe como se llamaba. ¡Amores de niño!

        De los cines a los que iba de niño ya sólo queda el Tomás Luís de Victoria, todos los demás han desaparecido. De todos ellos guardo un gratísimo recuerdo, pero especialmente me acuerdo de la Juven, el cine de Don Jesús, el cine de Acción Católica. Todas las películas eran en blanco y negro, excepto dos al año que eran en color. Yo creo que las películas de la Juven eran las que más me gustaban porque eran las que más estaban pensadas para niños, aunque en los otros cines las de las 5, que era la hora a la que yo iba, también eran para niños.

 

        ¡El cine, el mundo del cine! Era viajar a mundos exóticos, mundos que he procurado visitar de mayor. Quizá el mundo árabe me guste tanto por aquellas imágenes que se me quedaron grabadas de El ladrón de Bagdad, Tres lanceros bengalíes, La Carga de la Brigada Ligera, las Cuatro Plumas, Kim de la India, Simbad el Marino… películas que yo miraba con ojos de asombro y que me parecían que transcurrían en un mundo de ensueño. ¡Qué bonito era viajar con la imaginación! Cuando terminaba la película los niños hablábamos sobre ella y fantaseábamos con lo que allí ocurría. Repetíamos una y otra vez lo que más nos había gustado.

        ¡Qué gratísimos recuerdos guardo del cine! ¡Cómo he disfrutado y disfruto con él!



sábado, 22 de junio de 2024

Con Jose Manuel

 CON JOSE MANUEL

    José Manuel era un niño que vivía al comienzo de la calle San Segundo. Éramos muy amigos, siempre estábamos juntos, pero cuando teníamos 9 años se marchó de Ávila. Jugábamos mucho en el Rastro. En verano venían niños y niñas más o menos de nuestra edad de “colonias” que era algo organizado por Servicios Sociales para que los niños más humildes pasasen un mes en lugares que beneficiaban su salud. Un año vinieron niñas de Madrid. Por las tardes iban al Rastro y jugaban al corro y cantaban canciones infantiles. A mí me gustaba mucho ver como jugaban y cantaban, y también quise hacerlo. Le dije a José Manuel

  • ¿Les decimos que si nos dejan jugar al corro?

  • No. Eso es de mariquitas.

  • ¿Y eso que es?

  • No lo sé, pero tiene que ser algo malo cuando lo dicen los mayores.

      Y esto pasó allá por el año 1954.

Domingo por la noche.

DOMINGO POR LA NOCHE

Los domingos, sobre las 10 de la noche, había un programa de radio que se titulaba “El criminal nunca gana”, patrocinado por “Lámparas A. Fernández Concejo” que estaba en la calle Arenal, tienda por la que pasé delante muchas veces. Aquel programa era de audiencia obligada. En casa todos lo escuchábamos. Mi hermana y yo solíamos hacerlo ya metidos en la cama e imagino que en muchas ocasiones nos dormiríamos antes de que cogiesen al criminal. Y esto ocurría por la década de los 50 (1950).