La iglesia de Oloron tiene una fachada románica preciosa, toda ella muy bien conservada, como muy nueva. Las proporciones, la distribución de las estatuas, el movimiento de las mismas, los colores de las rocas, su alternancia, todo contribuye a dar una gran sensación de equilibrio y de serenidad.
Las figuras y personajes conservan unos ojos de piedra, claros, nítidos, como no he visto en ningún otro lugar. Son ojos que miran al infinito, que miran hacia arriba, hacia Dios. Y esa mirada que surge del interior de esas figuras es una mirada que parece venir del más allá, de la inmensidad del más allá para dirigirse a la inmensidad de Dios.
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