LA JUVEN
¡Me voy a la Juven! ¿Quedamos en la Juven? Esas eran expresiones habituales para los niños y jovencitos de los años 60. La Juven era el local de Acción Católica de los niños. Yo diría que más que de los niños, era el local de los niños pobres, de los niños de los barrios bajos. Porque también había la Acción Católica de los mayores pero aquella no era la Juven, y además era donde iban los chicos de gente bien. Siempre tuve la enorme suerte de que ni mis padres ni mis abuelos me dijesen nada sobre con qué niños tenía que ir. A mis amigos siempre los elegí yo y casi siempre eran niños de clases humildes, eran niños que trabajaban en cosas de niños para llevar algún dinerillo a casa o que trabajaban de verdad en cuanto tuvieron edad para hacerlo. ¡Pero eran mis amigos!
El alma de la Juven era don Jesús Jiménez el sacerdote. ¡Qué gran labor hizo aquel hombre con los niños y jovencitos!
En la Juven podíamos jugar al futbolín, al ping-pong o al billar por muy poco dinero. Allí también se podía jugar al ajedrez, a las damas, a la oca o al parchís sin que costase nada. Allí podíamos estar los niños hablando sin pasar frío. Y allí sobre todo podíamos ir al cine los domingos por muy poco dinero o por nada. El cine era a las 4, a las 6 y a las 8. Allí echaban unas películas chulísimas para los niños: Flecha rota, Tambores lejanos, Apache, Lanza rota, El último mohicano, Ivanhoe, Robín de los bosques, las del gordo y el flaco, El zorro, y muchas otras películas cuyo nombre no recuerdo.
¡Hay, aquel cine con el ruido de las pipas y el de la cámara de proyección, con las sillas y los bancos de madera, con los timbrazos que anunciaban el comienzo de la película, con los silbidos de cuando se daban un beso o de cuando tapaban la película porque se daban un beso! ¡Con qué cariño recuerdo el cine de la Juven!
Don Jesús procuraba que la Juven la gestionásemos los propios chicos. Cuando fui jovencito (14, 15, 16 años) colaboré junto con otros chicos en cobrar en el cine, en llevar las películas a los colegios de las Nieves, las Teresianas o el Colegio de Huérfanos de Ferroviarios, en vender las pipas y los caramelos para el cine, cobrar los juegos y cosas así.
No se me olvidará una vez en que estaba cobrando la entrada del cine. Era la sesión de las 4. En la fila para entrar había tres hermanos, el mayor aún era pequeño (7 u 8 años) y me dijeron que sólo tenían dinero para la entrada de uno. Los niños tenían aspecto de ser muy pobres. Yo no sabía que hacer, por mí les habría dejado entrar cobrando sólo una entrada, pero allí estaba Don Jesús y él era el jefe. Les dijo: Esperad aquí un poco. Cuando entraron el resto de los niños, les dijo a los tres que pasasen y que con los céntimos que llevaban se comprasen golosinas. Aquellas palabras me llenaron de alegría y satisfacción. Aquella fue una lección de ¿generosidad? (no sé como llamarlo) que nunca he olvidado.
La Juven también tenía la piscina. Estaba en la actual Avenida de la Juventud y pegando a ella pusieron luego la Ciudad Deportiva. En un principio aquello era el campo y para llegar allí, si se iba por el paredón de Sto. Tomás, se iba atravesando unos trigales. En la piscina de la Juven aprendí a nadar. Yo seguía las indicaciones de mi padre: “Te agarras al borde y mueves las piernas y donde no te cubra te echas para adelante y mueves los brazos” Yo intentaba hacerlo, pero si movía los brazos no movía las piernas y si movía las piernas no movía los brazos. Yo lo intentaba una y otra vez hasta que al final me salió. ¡Qué alegría me dio!
Durante un verano, a mis 16 años, fui el encargado de la piscina: abría, cerraba, cobraba, limpiaba, regaba las plantas, etc. Don Jesús me pagó 600 u 800 Pts por todo el verano (no recuerdo exactamente cuanto fue). Aquél fue el primer dinero que gané en mi vida y lo gasté en comprarme mi primera pareja de canarios e ir el verano siguiente de excursión a Gijón.
¡Qué gran hombre fue Don Jesús! ¡Qué gratos recuerdos guardo de él!