martes, 27 de agosto de 2024

Las fuentes de los alrededores. Las meriendas del verano

 LAS FUENTES DE LOS ALREDEDORES. 

LAS MERIENDAS DEL VERANO.

        En los alrededores de Ávila había varias fuentes. Todavía quedan algunas, pero cada vez menos.

Cuando era niño mis padres y mis abuelos tenían la costumbre de ir los domingos del verano a merendar a alguna de ellas. Como se iba andando íbamos a las que estaban cerca. Sobre todo, íbamos a La Canaleja y a la de las Hervencias. Son recuerdos muy lejanos pero que tengo muy grabados. Han pasado muchos años, más de 68 y aún recuerdo cuando entraba con mi padre o con mi abuelo a la última de las tabernillas que había en el camino a la fuente a la que íbamos y ellos pedían una botella de vino tinto con gaseosa. Yo no bebía vino pero me acuerdo perfectamente de aquello. Luego en el campo buscábamos una piedra, allí se sentaban los mayores y mi hermana y yo, a veces en compañía de la tía Isabel o de algún niño que hubiese por allí, jugábamos a esos juegos que los niños se inventan. Cuando íbamos a la Canaleja me encantaba echarme a correr cuesta abajo con una tela colocada a modo de capa para que ésta se levantase con el viento; de esta manera soñaba con ser una jinete de esos que había visto en alguna película. Y después de las carreras y los juegos, de esos juegos que ahora se llaman de simulación y que entonces se llamaban jugar a que unas piedras eran un castillo, una paja semirrígida era una lanza que portaba un caballero que montaba en un rápido corcel, que tras unas zarzas se escondía todo un campamento indio y cosas que sólo se nos ocurrían a los niños, empezábamos a merendar. La merienda la llevaban las mujeres en los capachos de paja o en bolsas amplias de la compra (entonces no había bolsas de plástico), y si era mucho lo que había que llevar se repartía entre todos para aliviar la carga de mi madre, de mi abuela o de mi tía. Las meriendas eran a base de tortilla de patata, filetes empanados, chorizo, jamón serrano (poca cantidad), queso y fruta: melocotones, peras, melón o sandía.

Esa costumbre de ir a merendar a las fuentes en el verano ya se ha perdido. Casi todo el mundo tiene coche y ahora la gente se va al campo - ¿Cómo si aquello no fuera el campo? La Canaleja está cambiada, ya no se puede entrar por donde yo lo hacía de niño, la zona de las Hervencias ha cambiado menos, ahora es un parque y se ha destrozado poco de lo que había antiguamente. Aún está una inmensa roca plana que mi tía Isabel llamaba “La Tortilla”; le puso ese nombre no sé por qué y siempre que paso por allí me acuerdo de ella. Mi padre conservó la costumbre de ir allí casi hasta que murió. Por las tardes de los domingos del verano se iba paseando hasta Las Hervencias, se sentaba en una piedra y luego volvía a casa. Ya no llevaba merienda, imagino que solamente recordaba.

A Fuentebuena nunca fui a merendar con mis padres ni mis abuelos. Allí empecé a ir con mis amigos cuando tenía sobre 10 u 11 años. Íbamos o en otoño a coger zarzamoras o cuando se nos ocurría para atravesar el túnel de la vía del tren que va a Salamanca. Hay momentos en la vida de las personas que se nos quedan grabados para siempre y aparentemente no tienen nada de especial. Fuentebuena está unido a aquella ocasión en que mi padre y yo nos fuimos a pasar el día a la Balsa Verdeja: es la única vez que he ido con mi padre y fuimos a pescar; pero lo más curioso es que mi padre no era pescador y entonces compró una caña de pescar muy sencilla en Diloy. No pescamos nada y la caña sirvió para enrollar el hule que poníamos en la mesa a la hora de comer.

A Fuentebuena íbamos mi hermana y yo a por agua para beber, un año en que hubo una sequía enorme y sólo nos daban agua durante media hora y como no llegaba a los pisos se puso un grifo en el portal y durante esa media hora los vecinos de la casa y los de otras casas de al lado iban con cubos para coger agua. Aquella agua no debía estar muy limpia y mi hermana y yo nos íbamos con unas garrafitas de cristal forradas de esparto. Éramos muy pequeños, no creo que yo tuviese más de 10 años, pero entonces los niños podíamos andar con toda libertad por todos los sitios, y eso que ya había habido un sacamantecas. 


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