La bici de Pablo.
Mi tío Pablo, el marido de mi tía Pili, era un hombre con un carácter como no he conocido ningún otro, nunca le vi enfadado. Para mí era una persona buenísima. Trabajaba en la fábrica y tenía una bici para ir y venir de ella. Yo nunca tuve una bici, y cuando iba al pueblo y tenía edad para montar, me la dejaba para aprender a montar en bici. Yo estaba en la calle, intentando aprender a girar, a parar, a subir y a bajar de la bici sin caerme. Me costó bastantes golpes medio aprender. Cuando ya “sabía” me iba por alguna carretera de las afueras. Me acuerdo una vez que me fui por la carretera de la estación, que entonces era de tierra y tenía muchas piedras por el medio y solo en los bordes la tierra estaba más lisa, y yo iba por ese borde, pero mi pericia no era mucha y me bajé a la cuneta, pero yo seguía dando pedales y avanzando. Estaba tan nervioso y preocupado que no sabía qué hacer. Estaba por los chalets de la “Colonia” (las casas de los directivos e ingenieros y técnicos de la fábrica), y había un puentecito que salvaba la cuneta para poder entrar en el chalet. Veía el puentecito, y veía que me iba contra él, y que tenía que parar, pero yo no paré, yo solo daba pedales y dejé de darlos cuando me choqué contra el puentecito y me caí. Me levanté y lo primero que miré fue ver si la bici estaba bien y seguía rodando. No me preocupé de mí porque no me debí de dar un buen golpe.
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